miércoles, 26 de febrero de 2014

Sentido adiós a Paco de Lucía

Paco de Lucía en Fez, 2013. Foto: Celia de Coca




La flaca se paseaba por la blanca y cálida arena del caribe mexicano. El mar iba y venía, la acariciaba. Y de pronto, observó a un hombre que jugaba con sus hijos. Lo reconoció. Decidió que lo quería para ella, reconoció sus dedos ágiles y su grandísimo talento musical. No lo dejó ni siquiera despedirse, ni llevarse con él a su adorada guitarra. Se lo llevó así, de pronto, sin avisar. Su guitarra se ha quedado muda, vacía y sola. En silencio y sin voz, llora ella. Llora la música. Lloramos todos. Estamos de luto y damos un sentido adiós al extraordinario guitarrista Paco de Lucía.



jueves, 20 de febrero de 2014

Ibrahim Ferrer, el bolerista que nació en una pista de baile

Ibrahim Ferrer, Canadá 2001. Foto: Tshi

Su madre lo trajo al mundo, el 20 de febrero de 1927, en medio de una pista de baile de Santiago de Cuba. Así nació, entre el placer y la lucha, entre el son y el dolor. Y así vivió toda su vida, entre la música y la sombra, entre el gozo y la miseria.

Quedó huérfano a la edad de 12 años, dejó la escuela por la calle y vendió caramelos y palomitas de maíz para poder sobrevivir. No pudo ser médico, aunque lo deseó con ganas, después de haber caído gravemente enfermo de tétanos. Pero no dejó la música, se aferró a ella. La amaba. Lo había visto nacer, lo había parido.

Consiguió formar un grupo para amenizar fiestas y llegó a cantar en orquestas importantísimas de la época, como la del gran Benny Moré. Pero siempre estuvo a la sombra. Sus compañeros lo dejaban de lado y perdió el entusiasmo, creía que tenía una maldición. Se retiró. Regresó a las calles, boleaba zapatos, vendía billetes de lotería. Vivía triste en una pensión. Pero está claro que la música, esa fiel compañera, no lo iba a abandonar. Una tarde, durante las sesiones de grabación del Buena Vista Social Club, Ry Cooder pidió una voz más suave para el bolero. Uno de sus amigos se acordó inmediatamente de Ibrahim. Fue a buscarlo y le rogó que grabara con ellos. Dejó los zapatos que estaba lustrando, llegó al estudio y cantó esta maravilla: Dos gardenias. ‪‎Así fue como Ibrahim Ferrer renació a los 64 años.

Falleció el 6 de agosto de 2005, a los 78, después de haber estado de gira por todo el mundo, regalando su hermosa voz, cadenciosa y suave. Una voz que sigue brillando, que aún nos acaricia y nos da un cálido abrazo cada vez que lo escuchamos, aunque él ya no esté físicamente aquí.

Hoy traemos Gardenias para Ibrahim, para ese maravilloso bolerista, para ese hombre flaco como figurita de alambre pero llenito de amor y de música. ¡Te adoramos Ibrahim!



lunes, 17 de febrero de 2014

Whatever Lola wants...

Retrato de Joseph Karl Stieler,
pintado para el rey Luis I de Baviera, en 1847

María Dolores Eliza Gibert abrió los ojos al mundo por primera vez el 17 de febrero de 1821 en Irlanda. Dos años más tarde toda la familia se marchó a la India. Al poco tiempo su padre murió de cólera y su joven madre volvió a casarse. Lola fue enviada a Escocia donde le apodaron la niña india. También la llamaron díscola, pues tuvo la osadía de clavar flores en la peluca de un calvo "respetable" durante una misa. También corrió desnuda por las calles. A los 10 años la trasladaron a Sunderland. Ahí la observaron graciosa y elegante, de ojos hermosos, como para perderse en ellos. A los 16 años, su madre quiso casarla con un septuagenario, pero ella se enamoró del teniente James, que sólo le doblaba la edad, y se casó con él. La pareja marchó a Calcuta, una travesía  que la mantuvo enamorando al mar, y a quien se paseara por cubierta, durante el largo periodo de viaje, más de un año por aquella época. El amor con el teniente, sin embargo, no sobrevivió.

Lola se separó y marchó a España. Ahí aprendió un poco de flamenco, se compró unas castañuelas y adoptó una nueva y radiante personalidad. Regresó a Londres y debutó como Lola Montez, la bailarina exótica española, con gran éxito. Para ello le bastaron su belleza, su erotismo, las castañuelas y una docena de palabras en español. La sociedad victoriana la miraba asombrada, no bailaba muy bien, pero mientras lo hacía se iba despojando poco a poco de la ropa. A ese baile lo llamó El baile de la araña. La prensa rosa nació con ella, la reconocieron como la señora James y todo el mundo se escandalizó. Fue la comidilla y la envidia de las señoras de alto copete y el deseo más ardiente de los caballeros, de todos.

Lola partió a París, su belleza la hizo famosa y el mundo literario y bohemio la adoptó y bebió los vientos por ella. Tuvo entre sus filas, y quizá también entre sus bien torneadas piernas, a Alexandre Dumas. Más tarde enamoró al rey Luis I de Baviera, que por ella perdió la cabeza y hasta el trono. Partió a Francia y luego a Londres, ahí apareció otro oficial de caballería y también se casó con él. Otro escándalo, ahora, la bigamia. Huyeron a Francia, luego a España, pero el amor no duró.

La fiebre del oro la llamó a California y allí abrió un saloon de gran lujo donde su espectáculo fue un rotundo éxito. Sin embargo sus planes eran mucho más ambiciosos, quería independizar California y nombrarla Lolaland. No lo consiguió.

Decidió marchar a Australia, donde no tuvo éxito y volvió a California. Ahí, uno de sus últimos amantes, enojado por la cornamenta que lucía, decidió abandonarla ahogando su propio cuerpo y sus penas en el mar. La vida de Lola ya no era la misma, ni su cuerpo, ni su belleza. Lola se marchitaba. Vivió los últimos dos años de su vida en la indigencia en las calles de Nueva York. Murió de neumonía a los 39 años. Fue enterrada de manera humilde en el cementerio de Greenwood. En su lápida se lee: Sra. Eliza Gibert, muerta el 17 de enero de 1861.




Lola Montez, sin embargo, no murió. Vive eternamente en Sierra Nevada, California, donde unos hermosos lagos llevan su nombre: Lola Montez lakes. 

Y siempre vivirá, basta con que cantemos Whatever Lola wants, Lola gets...




miércoles, 12 de febrero de 2014

El flaco de Úbeda



Porque muchas de sus canciones aparecen en mi lista de favoritas. Porque escribió, sí, la más hermosa del mundo. Porque su voz aguardientosa me acompaña en las alegrías y en las tristezas. Porque estuvo ahí -todas- las veces que se me ha partido el corazón. Porque nos nombra en sus canciones. Porque no hay borrachera que no protagonice. Porque no hay banda sonora feliz -ni tampoco triste- si no aparece, al menos, una canción suya. Porque dibuja con su canto miles de historias en las que siempre hay alguien al que le queda el saco. Porque sí. Porque hoy es su cumpleaños y aún queda mucho Flaco.


domingo, 9 de febrero de 2014

Alejandro Finisterre / In memoriam

Foto: Efe

El 9 de febrero de 2007, murió Alejandro Finisterre (Alexandre Campos Ramírez). Un personaje interesantísimo: es el inventor del futbolín, pero fue muchas otras cosas más: albañil, vendedor de versos en los cafés, aprendiz de imprenta, inventor, trashumante, aventurero, republicano, republicano exiliado, escritor, editor, bailador de claqué, secuestrador de un avión, amigo del Che, albacea de León Felipe, miembro de Real Academia, autor de piezas de ballet.

Alejandro nació en Finisterre en 1919. A los cinco años se trasladó a La Coruña y a los 15 a Madrid a estudiar el bachillerato. Su padre se arruinó y no pudo pagarle el colegio, así que Alejandro trabajó de albañil y por las noches escribió versos que vendió en los cafés. Cuando tenía 17 años, en 1936, una bomba cayó en su casa y quedó sepultado entre los escombros. Fue trasladado al hospital de la Colonia Puig de Montserrat, en Barcelona.

Le gustaba mucho el fútbol, pero no podía practicarlo pues se había quedado cojo. A ese hospital llegaron muchos otros niños refugiados a los que, como a él, la guerra había mutilado o herido y que tampoco podían jugar. Así que se puso manos a la obra y con la ayuda de un carpintero vasco, Javier Altuna, también refugiado, ideó el futbolín. Lo patentó en Barcelona en 1937.

Tras el triunfo del franquismo, tuvo que huir a Francia, cruzando a pie Los Pirineos. En el macuto sólo llevaba la patente, una lata de sardinas y dos obras de teatro, Helena y Del amor y de la muerte. Llovió a cántaros durante 10 días y todos los papeles se convirtieron en argamasa. A pesar de semejante trauma, volvió a escribir, lo hizo siempre.

Firmó alguna cosa como Simplicio Revulgo y toda la vida escribió versos.
Tiempo después peleó por aquella patente y consiguió dinero para irse a Ecuador, ahí fundó la revista Ecuador 0º 0 0, en cuya presentación conoció al entonces embajador de Guatemala, quien lo convenció de fabricar los futbolines en su país. Y por azares del destino, estando en esas tierras le marcó, con su invento, unos cuantos goles al Che.

En Guatemala hubo un golpe de estado y al ser amigo del embajador de la República española, lo secuestraron y lo subieron a un avión con destino a Madrid. En pleno vuelo, entró al baño, envolvió una pastilla de jabón en papel de aluminio y simuló que tenía una bomba y que la haría estallar si no volvían. Se ganó el apoyo de los demás pasajeros tras comunicar que era un refugiado español. El piloto accedió y el avión fue desviado a Panamá. Así fue como se convirtió en uno de los primeros secuestradores aéreos de la historia.

Más tarde en México se dedicó a editar. Fue amigo del poeta zamorano León Felipe, también exiliado. Y se dedicó a recopilar documentos suyos, en viajes y subastas. Salvó también documentos de otro poeta, el vasco Juan Larrea, que falleció en Argentina en 1980. Creó la editorial Finisterre en México, donde editó, con mimo de artesano, a León Felipe, Max Aub o Emilio Prados.

En su juventud fue bailarín de claqué en la compañía de Celia Gámez. Estando en Francia colaboró con el ballet del marqués de Cuevas y fue autor de varias piezas de ballet inspiradas en el folclor gallego.

Además del futbolín, tiene en su haber casi 50 inventos más, entre ellos, un pasahojas para pianistas (dice que lo inventó por amor a una muchacha que tocaba el piano) y el basket de mesa.

Volvió a España en los años 70, vivió en Burgos donde continuó escribiendo siendo miembro de la Real Academia Gallega. Después se trasladó a Zamora donde gestionó la herencia del poeta León Felipe.

En 2004, en Oporto, lo homenajearon con una estatuilla y un concierto para bombos y futbolín.

Alejandro Finisterre murió en Zamora a los 88 años. Sus cenizas deambulan por el Río Durero a su paso por la ciudad de Zamora y en el Atlántico por el lado de Finisterre, su tierra querida. Una tierra de la que adoptó el nombre y desde donde brilla su sonrisa cada vez que un niño herido grita gol.



“Cuando vaya a dar a luz, echadme a la mar: quiero dar a luz estrellas de mar. Soy de Finisterre, soy marino, echadme a la mar en submarino de pino de Finisterre (sin pintar), ¡echadme a la mar!”.

Alejandro Finisterre / In memoriam 

jueves, 6 de febrero de 2014

Bob Marley, 6 de febrero de 1945

Foto: Eddie Mallin




Hoy hace 69 años que, en un pueblito llamado Nine Mile (Jamaica), una muchacha de 18 años parió a un astro. Un brillante sol, que llegaría a ser muy prolífico y extremadamente fogoso, al que nombró Robert Nesta Marley. Vivió sólo 36 años en la tierra pero le bastaron para poblarla de hermosas e inolvidables composiciones y de hijos, muchos hijos. Reconoció sólo a 11, sin embargo dicen que andan por ahí regados, por lo menos, una decena más. Pero aparte de en los genes de esas criaturas, Bob está y sigue viviendo a través de su música: su reggae, de sonido inolvidable, cadencioso y bien pacheco. ¡Viva Bob Marley! 






lunes, 3 de febrero de 2014

Henning Mankell, 3 de febrero de 1948

Foto: David Shankbone



Hoy cumple 66 años Henning Mankell, padre del inspector de policía Kurt Wallander, entre mis favoritos de novela policíaca. También tiene otras grandes novelas, no del mismo género, que he disfrutado mucho. 

Aprovechamos para desearle una larga vida, que le permita seguir escribiendo, que su pluma tenga aún todavía mucha tinta. Que supere la negra batalla contra el cáncer que lo aqueja. 

¡Larga vida a Henning Mankell!